“Tiempos recios” por Mario Vargas Llosa

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¿En qué momento se jodió América Latina? Quizá cuando Estados Unidos se dio cuenta que le resultaba muy fácil derrocar sus empobrecidos gobiernos.

Esta novela de Vargas Llosa es la historia de cómo una transnacional estadounidense, con el apoyo de su gobierno, orquestan una campaña para convencer al mundo de la existencia de comunistas en un pequeño país y, con esa excusa, dar un golpe de Estado. 

El pequeño país es Guatemala durante la presidencia de Jacobo Árbenz, elegido democráticamente en 1951 y derrocado en 1954. 

Las motivaciones de Árbenz, nos cuenta Vargas Llosa, eran modernizar y promover el desarrollo en un país principalmente agrícola y empobrecido por la corrupción. Su estrategia básica (o al menos la más combatida por la oposición ligada a la oligarquía) fue distribuir mejor la riqueza mediante (1) una reforma agraria sobre las tierras ociosas que convierta a los campesinos en propietarios individuales, (2) la creación de impuestos a las transnacionales y (3) el establecimiento de sindicatos libres. De ninguna manera podría haberse llamado a esto “comunismo”, sin embargo la etiqueta se la chantaron gratuitamente a fuerza de ser repetida por la prensa y por políticos que veían, en la libre expresión de justas demandas, una revolución comunista en ciernes.

¿Quién orquestó todo esto? Según la novela y según todo lo que se conoce al respecto* la propaganda fue imaginada y financiada por la United Fruit Company (UFCO), una empresa dedicada a la exportación de plátanos con plantaciones en varios países centroamericanos, afectada por las políticas progresistas de Árbenz.

En Wikipedia se puede encontrar este ilustrativo texto respecto a la United Fruit
(https://es.m.wikipedia.org/wiki/United_Fruit_Company):

“Un mecanismo ampliamente utilizado por la UFCO era comprar a precios bajos grandes cantidades de tierras en América Central. Esto era una herramienta para evitar que surgieran competidores y mantener así un monopolio sobre la producción de plátanos, inclusive conservando extensas zonas agrícolas sin cultivar bajo pretexto que sequías o huracanes le obligaban a mantener «en reserva» grandes extensiones de terreno sin usar.

No obstante, los detractores de la empresa sostuvieron que la finalidad de esta compra masiva de tierras era evitar una sobreproducción capaz de reducir los precios del plátano, eliminar competidores del mercado; otra meta era forzar a que los campesinos más pobres abandonaran el cultivo en pequeñas propiedades individuales y se tornaran en «peones» de la UFCO, como mano de obra muy barata debido a los sueldos artificialmente bajos que abonaba la UFCO. Tal política implicaba una oposición frontal de la «United Fruit Company» a todo tipo de reparto de tierras en Centroamérica, inclusive si tales repartos afectaban a sus fincas que llevaban varios años sin cultivar.

De igual forma otra preocupación constante de la empresa era mantener unos reducidos costos tributarios y laborales, siendo acusada de sobornar masivamente líderes políticos de América Central para liberarse de toda presión de pago de impuestos y obtener beneficios y exenciones de tributos, así como para obtener de las autoridades locales un “trato preferencial” en cuanto a aranceles a cambio que la UFCO financiara diversos regímenes de toda especie, siempre que éstos cuidaran en simultáneo de los intereses de la empresa.

La reducción de costos afectaba también los salarios de los peones agrícolas que eran mantenidos bastante bajos por la UFCO con ayuda de las autoridades nacionales de cada país, criticadas frecuentemente por emitir leyes solo para “satisfacer” a la «estructura de costos» de la «United Fruit Company» sin importar el destino de los peones locales. Del mismo modo, una preocupación de la UFCO era impedir toda formación de sindicatos de trabajadores y reprimir violentamente toda protesta laboral, contando para esto con el decidido apoyo de las autoridades locales de cada país, dependientes del dinero aportado por la UFCO en tributos y sobornos.”

Tiempos recios es la narración de la tormenta perfecta generada para llegar al golpe de Estado. Inicia con una campaña propagandística en manos del genio de las relaciones públicas Edward L. Bernuys, empleado de la United Fruit. Una campaña que llega a convencer a una iglesia siempre lista para acomodarse con el más poderoso, a periódicos progresistas desinformados de lo que ocurría al sur (The New York Times, The Washington Post, Time Magazine, Newsweek) y al mundo entero, del “peligro comunista” que existía en Guatemala. Unido a ello el efectivo lobby facilitado por la presencia en la Secretaría de Estado de John Foster Dulles y de su hermano Allen Dulles en la jefatura de la CIA, ambos ex apoderados de la UFCO. Más aún, eran tiempos de un acendrado anticomunismo en los Estados Unidos.

Escribe MVLl:

“la propaganda había impuesto una afable ficción sobre la realidad y era sobre ella que los impreparados periodistas norteamericanos escribían sus crónicas, la gran mayoría de ellos sin advertir que eran los muñecos de un titiritero genial. Así se explica que una persona tan prestigiosa de la izquierda liberal como Flora Lewis escribiera elogios desmedidos del embajador norteamericano en Guatemala John Emil Peurifoy. Contribuyó mucho a que esa ficción se volviera realidad que aquellos fueran los años peores del maccarthismo y de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética.” Tiempos recios p. 22 (Alfaguara, 2019).

De manera que no habría sido difícil convencer a Eisenhower y al Congreso americano de financiar el ingreso de guerrillas “liberacionistas” desde Honduras, preparados en la Nicaragua de Somoza y con armas llegadas de la República Dominicana de Trujillo. Todo coordinado por la CIA.

La conversación entre el bien intencionado Árbenz y el obtuso embajador norteamericano Peurifoy es ilustrativa de la tensión y la impotencia que recorre el libro producto de la difamación a la que es sometido el gobernante y su incapacidad para hacer comprender de sus buenas intenciones a quienes ya tienen una idea formada por la propaganda:

“En todos los siguientes encuentros, en los casi ocho meses que llevaba el embajador Peurifoy en Guatemala, el Presidente Árbenz intentó explicarle la verdadera situación del país. Le insistía en que las reformas emprendidas por su gobierno, incluída la agraria, solo pretendían convertir a Guatemala en una democracia moderna y capitalista, como lo eran Estados Unidos y las demás naciones occidentales. ¿Acaso se habían creado “granjas colectivas” en el país? ¿Acaso se había nacionalizado alguna empresa privada? Las tierras ociosas que el gobierno nacionalizó y repartía a los campesinos pobres eran lotes individuales, para desarrollar una agricultura privada y capitalista. “Sí, óigalo bien, señor embajador, ca-pi-ta-lis-ta”, silabeaba el Presidente, y el intérprete lo imitaba, silabeando también la palabra. Si el gobierno quería cobrar impuestos a la United Fruit, igual que a todos los agricultores guatemaltecos, era para poder llenar el país de escuelas, carreteras, puentes, pagar mejor a los maestros, atraer funcionarios competentes y financiar una obra pública que sacara a las comunidades indígenas, la inmensa mayoría de los tres millones de guatemaltecos, de su aislamiento y pobreza. El Presidente Árbenz insistía, pese a haberse dado cuenta muy pronto que el embajador Peurifoy era un hombre inmunizado contra razones y argumentos. Ni siquiera las oía. Se limitaba a repetir, como el muñeco de un ventrílocuo, que el comunismo se estaba haciendo presente por doquier en el país. ¿No lo afirmaba así nada menos que el arzobispo moseñor Mariano Rossell y Arellano en su célebre carta pastoral? ¿No lo demostraba el que se hubiera autorizado, ya desde la época de Juan José Arévalo, la creación de sindicatos? ¿No cundía acaso, por obra de los agitadores, el espíritu de rebelión entre los campesinos y obreros? ¿No había toma de tierras e invasiones de fincas? ¿Acaso no se sentían amenazados los empresarios y agricultores? ¿No habían partido al extranjero muchos de ellos? ¿No lo decían a diario los periódicos y las radios?

-¿No hay sindicatos en los Estados Unidos? -le replicaba Árbenz-. Donde no hay sindicatos libres e independientes es en Rusia, justamente.

Pero el embajador no quería entender y repetía, unas veces en tono sereno y otras amenazador, que Estados Unidos no permitiría una colonia soviética entre California y el Canal de Panamá. Y, “sin que esto fuera una amenaza”, para eso existían los marines que estaban ya rodeando Guatemala por el Caribe y el Pacífico.” Tiempos recios pp 176-177 (Alfaguara, 2019).

El relato de la preparación y ejecución del golpe de Estado apoyado por el gobierno norteamericano te subleva: un pequeño Estado enfrentado a una fuerza descomunal. Debilitado por la propaganda difamadora. Sin el apoyo de su población. Enfrentado a la parcializada OEA. Con una fuerza aérea nacional que no era capaz de competir con el apoyo aéreo que tenían los golpistas. Un bloqueo a la compra de armas que había iniciado hacía tres años y que provocaba que los militares guatemaltecos, sin recursos, o desertaran o trabajaran desde adentro para el golpe (¿Qué opción les quedaba teniendo a los bien implementados marines ad portas?)

Según la novela, los militares guatemaltecos no querían dar un paso en falso y pusieron como condición para intervenir, para dar el golpe, el que las cosas lleguen al extremo de haber muertos civiles. No fue difícil cumplir ese pedido. Al atardecer del 25 de junio de 1954 la Aviación Liberacionista bombardea la capital. Al día siguiente el ejército solicitó la renuncia del Presidente. El 27 de junio Jacobo Árbenz renuncia.

La novela termina con un interesante epilogo que es una reflexión de MVLl sobre los hechos reales. Para el Nobel el golpe contra Árbenz radicalizó a Fidel Castro, al Che Guevara (que había llegado a Guatemala 6 meses antes de la intervención norteamericana) y a toda una generación de latinoamericanos que simplemente buscaban lo mismo que Árbenz, modernizar y desarrollar su país. Fomentó la convicción que los ejércitos (normalmente preparados en USA) no eran confiables para defender la soberanía de un país (lo primero que hizo la revolución castrista fue desmantelar el ejército cubano). Y los acercó a la Unión Soviética.

Para Guatemala las consecuencias del golpe propiciado por Estados Unidos fueron devastadoras: no volvió a tener un gobierno realmente democrático hasta 1986 (golpes de estado y gobiernos títeres de los militares fueron la norma) y surgieron grupos terroristas que perduraron más de 30 años. La comisión de la verdad establecida en 1996 encontró que hubo más de 200 mil muertos en este país desde el año 1962 (Simon 2003** cuestiona que el año de inicio para las investigaciones de la comisión no haya sido 1954, año del golpe) y, en su época más álgida, más de un millón de refugiados en un país que tenía alrededor de 6 millones de habitantes. 

Diego Rivera pinta el mismo año del golpe el cuadro “Gloriosa Victoria” (el título son las palabras del Secretario de Estado John Foster Dulles luego del derrocamiento de Árbenz).

En primer plano aparece John Foster Dulles dándole la mano a Castillo Armas que reeemplazará en la presidencia a Árbenz. Con su otra mano el Secretario de Estado americano se apoya en una bomba con el rostro de Eisenhower. En el piso hay niños muertos. El Director de la CIA, su hermano Allen Dulles, aparece a su derecha susurrándole al oído y con un maletín lleno de billetes que es repartido a los militares. A su izquierda se ve al embajador Peurifoy y más allá al arzobispo Mariano Rossell y Arellano.   

 

*Es útil leer en paralelo el libro “Bananas,  how the United Fruit Company shaped the world” de Peter Chapman (Canongate, 2007).

**http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0041-86332003000100006

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